Fue el 27 de noviembre del 2011 cuando visité la cárcel de Palmasola y está mañana, al enterarme de la noticia de lo sucedido, me pareció estar caminando por una de sus calles.
Según El Deber de Bolivia:
“Policía reporta 15 muertos y 50 heridos en Palmasola
El comandante nacional de la Policía, Jorge Aracena, dio un nuevo dato de fallecidos y heridos a causa del tiroteo e incendio en Palmasola. “Aproximadamente 15 personas perdieron la vida”, dijo al agregar que los heridos suman a 50. Sin embargo, el informe proporcionado por la Defensoría del Pueblo señala que son 38 víctimas fatales y 60 heridos.”
Estaba en Bolivia para cubrir las elecciones presidenciales y realizar unos reportajes personales cuando tuve la oportunidad de acceder a esta cárcel de la mano del periodista y amigo Roberto Navia ( Premio Ortega y Gasset en Periodismo de Investigación , 2007 ).
¿Juntar las palabras “calles” y “cárcel” en la misma frase? En la concepción habitual de estas palabras es impensable en Europa, pero no en Bolivia y en la mayoría de los países Sudamericanos.
Carpinterías y sastrerías, bares y peluquerías, farmacias y boleras , locales de ocio, mercados, hombres y mujeres juntos, niños de diferentes edades, no solo bebés, reclusos a los que prácticamente, la autoridad boliviana de la cárcel, les pedían permiso para acceder con seguridad al recinto.
Fue toda una experiencia, y reconozco que no negativa.
Tardé un rato en acostumbrarme a lo que estaba viviendo, a que uno hombre bate de béisbol en mano nos siguieran todo el tiempo con cara de no muy buenos amigos, en serenarme y comenzar a trabajar, a ser testigo de cómo se vivía en aquel lugar. No tuvimos mucho tiempo, pero para mí fue suficiente.
Pensé que quizás, parte de este modelo no era malo.
Una ciudad dentro de una cárcel, normalizar lo más posible a las personas que han sido condenadas para que consigan reinsertarse en la sociedad con mayor éxito, ¿por qué no?. Obvio que la violencia y la presencia de mafias que se intuían no estarían en este modelo idílico, que por un instante, mientras salía del perímetro de la cárcel y una muchacha de sonrisa radiante me despedía tras unas rejas, me permití soñar.
La noticia de la treintena de fallecidos y los más de 60 heridos en la cárcel de Parmasola me abatió desde muy temprano. Ahora estoy al otro lado del océano pero aún siento que otro mundo es posible y por eso me levanto cada día con mi cámara muy cerquita, para aportar mi granito, para al cambio.
¿ Por qué me conmovió tantísimo esta noticia si al mismo tiempo escuchaba las locuras que estan sucediendo en Siria, en Egipto, en la isla de Lampedusa ? Simple!! Cercanía, los conocí, viví esa realidad de cerca, pude sentirla …y acaso ¿no es esa una de la funciones de los periodistas, de los gráficos? Acercar los hechos, tal cual, sin tiritas, sin filtros que endurezcan o suavicen …quizás así, algo comience a cambiar ..
En África dicen : “ Nit moi garabú nit” … “El hombre es el remedio para el hombre”.
Roberto Navia y yo, saliendo de Parmasola, nov 2011