Cada 11 de Septiembre un volador da comienzo a la “Fiesta del Charco”, que revive la costumbre del antiguo pueblo canario de embarbascar en los charcos costeros.

Miles de personas , en torno a 15.000, se adentran en el perímetro de La Charca, para celebrar una fiesta que mantiene vivas unas prácticas culturales prehispánicas: el “embarbascado” (la pesca en charcas a la orilla del mar, empleando látex de plantas para atontar a los peces).

Suenan golpes de callados, nadie puede cruzar esa línea blanca , si se atreviese se llevaría un tonique, seguro!

Llega el volador e inmediatamente todos corren hacia el agua con sus aperos a intentar pescar una lisa.

¿ Quieres saber por qué van vestidos ?.. sigue leyendo un poco más.

El Gobierno canario aprobó en 2008 la declaración de Bien de Interés Cultural para la Charca de la Aldea. La Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria describe esta fiesta como “una gran manifestación de alegría, liberación y catarsis de todo el pueblo alrededor de este gran charco que, por sus valores patrimoniales, ha sido declarado BIC en 2008.

A un lado está el yacimiento arqueológico de Los Caserones y a otro El Alambique, antigua destilería de ron (1936-1959) y la Cueva de El Roque, una hoquedad junto al mar donde probablemente los mallorquines, a mediados del siglo XIV, erigieron una ermita en honor a San Nicolás de Tolentino”. La presencia de estos mallorquines está en el origen de que La Aldea de San Nicolás celebre sus fiestas patronales en la festividad de San Nicolás de Tolentino. Y en el marco de estas celebraciones tiene lugar, el 11 de septiembre, la Fiesta del Charco. En esta época del año las mareas son más largas y llenan la laguna que se ha formado en la desembocadura del barranco de la Aldea. Lo que la Fiesta del Charco revive es la técnica de pesca de los aborígenes canarios: la ancestral costumbre de embarbascar [verter látex de plantas que narcotizan a los peces y permite pescar con facilidad]. En 1766 , el obispo Delgado y Venegas quedó escandalizado al observar que la gente iba ligera de ropa en la Fiesta del Charco. Su decisión fue imponer la obligación de ir vestidos en la charca. Quien no lo hiciera así pagaría diversas penas (multas, cárcel, e incluso la excomunión). El obispo argumentaba para ello el «desorden que siempre ha habido en este lugar cuando se celebra la embarbasca o Fiesta del Charco (…) echándose en él y mezclándose hombres y mujeres casi desnudos (…) pecando mortalmente en tal depravada diversión (…)». “La fiesta continuó celebrándose con la misma alegría que la caracterizaba según nos lo cuenta Víctor Grau-Bassas en 1887, quien nos dejó valiosos dibujos de escenas de la misma. Medio siglo después, continuaba centrándose en la pesca, sobre todo de la lisa, con el tradicional jolgorio de la gente. Luego comenzó a regularse, al prohibirse el uso de redes y cañas y con el establecimiento de una delimitación de su espacio mediante una raya blanca perimetral”, explica la Unidad de Patrimonio Histórico.

A esta festividad, que ha sido declarada Bien de Interés Turístico.