El día 28 del mes de noviembre, llegaba  a la isla de Tenerife, la orca bautizada como Morgan.

Tras el espectacular aterrizaje del animal en Canarias …la controversia está servida.

Jacobo Marrero,un biólogo que conocí en la erupción volcánica de El Hierro se puso en contacto conmigo al saber que había asistido al traslado de Morgan desde el aeropuerto de Los Rodeos hasta el Zoo Loroparque, en El Puerto de La Cruz, en ele norte de la isla.

Su opinión al respecto:

La orca “Morgan” es una hembra juvenil que apareció moribunda en junio de 2010 en el mar de Wadden y fue transportada al delfinario de Harderwijk en los Países Bajos para su recuperación. Tras recobrar su estado físico y peso durante casi un año en el delfinario holandés, se toma la controvertida decisión de trasladarla a las instalaciones del Loro Parque, en vez de liberarla como estaba previsto.

 

En un principio, varios acreditados especialistas internacionales avalaron la decisión de no liberar al cetáceo, según el informe presentado por el delfinario holandés. Estos científicos, basaron sus recomendaciones en la premisa de que estos animales viven en grupos sociales complejos, sin cuya compañía “Morgan” no podría desarrollarse correctamente. Si bien existe al menos un precedente de un ejemplar solitario de la especie que sobrevivió varios años alejado de su familia, la compleja situación de interacciones constantes con el ser humano que se generó, no son deseables en ningún programa de reintroducción. La orca llamada “Luna”, se separó de su grupo natal y se refugió en la ensenada de Nootka, situada en el lado más occidental de la isla de Vancouver (Canadá). El caso de este macho juvenil se hizo famoso porque se acercaba a embarcaciones, las seguía de forma juguetona e incluso permitía que sus ocupantes la acariciasen. Aunque no queda ninguna duda de que estos animales son capaces de alimentarse aislados de sus grupos familiares; sus necesidades sociales, provocaban situaciones que eran un peligro potencial para la propia orca y los ocupantes de las embarcaciones que se acercaban a ella.

 

Los estudios genéticos realizados a “Morgan” mientras estuvo en el delfinario holandés revelaron que pertenecía a la subpoblación de orcas de Noruega. Mientras que para lograr identificar a su familia natal, se estudió el grado de similitud de sus sonidos con varios de estos grupos salvajes. Los sonidos que utilizan estos animales para su comunicación, permiten el reconocimiento de los grupos y son comparables a los distintos dialectos de una lengua. Los resultados de estos estudios acústicos revelaron que “Morgan” está estrechamente relacionada con el grupo “P” de la subpoblación de noruega, aunque hay que aclarar que los repertorios de estos grupos no están tan bien estudiados como los de otras poblaciones y no se puede afirmar nada categóricamente.

A la luz de estos nuevos datos, varios de los mismos científicos que en un principio recomendaron que la orca permaneciera en cautividad, cambiaron de postura y recomendaron su liberación. Cabe destacar entre ellos a John Ford, un prestigioso investigador experto en las relaciones acústicas que poseen los distintos grupos de orcas y que lleva más de treinta años estudiándolas en Canadá. La identificación del posible grupo natal del cetáceo y la cercanía del mismo a costa, hacía de “Morgan” un candidato ideal para su reintroducción. El caso de otra orca que fue liberada en las cercanías de su grupo de origen y que vive en la actualidad en estado salvaje, daba muchas  expectativas de éxito a la liberación de “Morgan” en su medio natural. La joven hembra “Springer”, que fue abandonada por su grupo tras la muerte de su madre, pasó un corto periodo durante el que se la tuvo confinada en condiciones de semicautividad, después del cual fue liberada con éxito.

 

Otro de los argumentos utilizados por los delfinarios para rechazar la puesta en libertad de “Morgan”, tiene que ver con la impregnación. Con este término se entiende que una especie salvaje se identifique con el ser humano y manifieste en facetas de su comportamiento un rechazo hacia los suyos y un acercamiento inusual hacia nosotros. Después de pasar un año entero en cautividad, siendo atendida y alimentada por el personal del delfinario de Harderwijk, es inevitable que “Morgan” sufra este fenómeno.  Pero nadie pretende que su puesta en libertad no lleve asociado un programa paulatino de seguimiento e investigación, para poder garantizar que el animal se alimenta bien por si mismo y es acogido de nuevo en el seno de su familia. Ya en el caso de “Keiko”, la famosa orca de la película “liberad a Willy”, se utilizó un sistema de seguimiento por satélite que permitía a los investigadores saber donde se encontraba el animal en cada momento, fueran cuales fueran las condiciones meteorológicas. Es más, el desarrollo de nuevas tecnologías de investigación, permitiría hacer seguimientos que no se pudieron llevar a cabo en el caso de “Keiko”; y el estudio y seguimiento de la posible liberación de “Morgan”, crearía los precedentes necesarios para realizar este tipo de reintroducciones en futuros casos que pudieran suceder.

La situación que se ha creado para el caso de esta orca al trasladarla a las instalaciones de Loro Parque, es cuanto menos paradójica y crea un nefasto precedente desde el punto de vista de la conservación de la vida salvaje. Los delfinarios reiteran que esta decisión se ha tomado para garantizar la supervivencia del animal y que sus programas de investigación contribuirán al conocimiento científico, lo cual permitirá salvaguardar las poblaciones naturales. Los responsables del Loro Parque ya han hecho pública su intención de cruzar a “Morgan” en el futuro con la cría de un año “Adán”, cuyo nacimiento en cautividad se ha señalado como un indicativo de las buenas condiciones que gozan las orcas en sus instalaciones. Lo cual es cuanto menos discutible. Aún queda por ver lo bien que se adapta “Morgan” a las nuevas condiciones donde ha sido recluida y el grado de aceptación que tiene por parte de las otras cinco orcas, que ya estaban en las instalaciones del zoológico del norte de Tenerife.

Cuando uno se detiene a pensar en toda la serie de afirmaciones que manejan los delfinarios para justificar el mantener a “Morgan” en cautividad, no tarda en darse cuenta de la falta de rigor científico que hay detrás de todas ellas, y lo contradictorias que son en si mismas. Si la mayoría de los estudios científicos que se realizan en delfinarios no pueden extrapolarse a las poblaciones salvajes ¿cómo van a ayudar esos conocimientos a la conservación de las especies? Si ni siquiera es posible reintroducir a un individuo que había sido rescatado hacía menos de un año ¿cómo es posible que vayan a ayudar en nada a proteger a las poblaciones salvajes sus programas de cría en cautividad? ¿Para qué seguir fomentando la cría de estos animales? si no es para su mantenimiento en esas condiciones y/o su transporte a otras instalaciones similares.

Lo único que ha quedado claro con toda esta situación, es que se ha transportado una orca de una piscina pequeña a una más grande donde ya había otros cinco ejemplares. Ni la comunidad científica ha apoyado esta decisión unánimemente, ni la supervivencia del animal estaba en entredicho si se liberaba siguiendo un protocolo de reintroducción adecuado. Los delfinarios tienen razón al afirmar que no existen garantías de lo que hubiera pasado si se hubiera liberado a “Morgan” en su medio natural, como tampoco las hay de que se adapte bien a las condiciones impuestas en las instalaciones del Loro Parque. Pero si hay algo de lo que no cabe la menor duda, es de que “Morgan” no podrá desarrollarse ni de lejos tan bien como lo hubiera hecho en condiciones naturales, y que se la ha confinado de por vida en un acuario, sin ninguna posibilidad de que ella ni sus descendientes puedan ser nunca liberados a su medio.

 

Jacobo Marrero Pérez.

Estudiante de doctorado

Línea de investigación de cetáceos

Grupo de investigación BIOECOMAC

Universidad de La Laguna